jueves, 29 de mayo de 2008

Entre la piratería y la propiedad intelectual

Daniel accede a google desde su ordenador, teclea “Amy Winehouse” junto a “mp3”, el resultado es abrumador. Entra en una de las páginas y se baja varias canciones en menos de cinco minutos. Después introduce “Flavors of entanglement” (título del último disco de Alanis Morissette) junto a la palabra “megaupload”, desde este hosting se descarga con facilidad el disco al completo. De esta manera Dani crea totalmente gratis su propia galería musical. Algunas canciones las introduce en un programa de edición para mezclarlas y modificarlas. Posteriormente graba los audios y se los pasa a unos amigos, seguro que su cd lo sonará en la próxima fiesta.

¿Quién no ha oído hablar de Ares, Emule o las descargas directas? ¿Quién no tiene en su ordenador alguna serie, película o canción que se ha descargado de Internet? en la actualidad con un sólo clic un usuario puede bajarse de Internet todo lo que desee. Parece simple, puede que lo sea, pero lo que puede resultar más complicado es ponerse en el lugar de quienes ven cómo sus obras se distribuyen de manera ilegal, y lo que es peor, se modifican sin su consentimiento.

Puede que todavía existan cibernautas inocentes o con buena voluntad que acudan a las tiendas de discos o vayan al cine a ver la última película de Indiana Jones. Pero lo cierto es que cada vez son menos los que se resisten a las nuevas formas de piratería que posibilita Internet. Los beneficios del sector de la propiedad intelectual han caído de forma significativa en los últimos años. Según la industria esto viene motivado por el desarrollo tecnológico que ha facilitado la descarga y distribución de copias.

Con la llegada de Internet todo el mundo puede ser gestor o creador de una obra artística, y cualquiera puede acceder a una producción y copiarla o modificarla a su antojo. En la actualidad nos encontramos en una época donde lo inmaterial es lo dominante y por tanto el concepto de autoría ha perdido valor. En este nuevo panorama se hace cada vez más complicado defender de forma eficiente los derechos de autor. La única forma de hacerlo parece ser la limitación a su acceso, pero no es una solución al problema.

Con las nuevas tecnologías las leyes de propiedad intelectual han tenido que enfrentarse a importantes desafíos. Las formas de acceso han cambiado, pero los medios de distribución legales se han quedado obsoletos y parece que se niegan a evolucionar.

Es necesario que los conceptos se replanteen, no se puede pretender que unas medidas pensadas para un recurso físico se sigan aplicando a productos que en la actualidad son inmateriales. Es necesario buscar soluciones adaptadas a las características del nuevo entorno.

Servicios como el de iTunes pretenden atender a las demandas de los usuarios de manera legal de forma que compiten con las descargar ilegales. Su éxito demuestra que es posible desarrollar fórmulas que permitan adaptarse a las demandas del usuario del nuevo medio a la vez se protejan los derechos de los autores que así lo decidan. El problema es que hay que encontrar herramientas que permitan explotar las producciones de forma eficiente en el entorno digital ¿De qué sirve establecer un canon cuando el problema no reside en los recursos físico sino en lo inmaterial?

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